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FRATER ABRAKADAB

Dios no es inteligencia, sino la causa de que la inteligencia exista

El Dios no es inteligencia, sino la causa de que la inteligencia exista. No es espíritu sino causa de la existencia del espíritu. No es luz, sino causa de la existencia de la luz. Por donde el Dios debe ser venerado con esos dos nombres, que sólo a El le pertenecen y a ningún otro. Porque ninguno de los demás que se llaman dioses, ni ninguno de los hombres ni demonio alguno puede de manera alguna ser el Bien, sino sólo el Dios, que sólo es el Bien y no es ninguna otra cosa. Todos los demás seres son incapaces de contener la naturaleza del Bien: cuerpo son y alma, y no tienen lugar que pueda contener el Bien. Tan grande es la grandeza del Bien como la realidad de todos los seres, corporales e incorporales, sensibles e inteligibles. He aquí el Bien, he aquí el Dios. No llames bueno a nadie ni a nada, porque es impío, ni des al Dios ningún otro nombre sino el único del Bien, lo contrario también es impío. Ciertamente todos pronuncian el nombre del "Bien" pero no todos saben lo que es. Por éso tampoco saben lo que es el Dios, pero por ignorancia llaman buenos a los dioses y también a los hombres, cuando ni pueden ser buenos ni pueden jamás llegar a serlo: el Bien es lo que nunca se puede quitar al Dios y es inseparable de El, porque es el Dios mismo. Todos los demás dioses son honrados con el nombre de "dios": pero el Dios es el Bien, no porque así se lo honre, sino por naturaleza. Pues una es la naturaleza del Dios, el Bien, y ambos no son sino una sóla y única especie, de la que proceden las demás. Porque el Bien es el dador de todo y el que nada recibe. Y el Dios todo lo da y nada recibe. Por tanto el Dios es el Bien, y el Bien es el Dios. El otro nombre del Dios es el de "el Padre", ahora a causa de que creó todas las cosas: el padre es el que crea. Así la gente sensata considera a la procreación de los hijos como la mayor función y la más sagrada, y piensa que es un gran infortunio e impiedad dejar la vida y no dejar hijos, y justamente un tal es entregado a los genios después de la muerte. Y ved cuál es el castigo: el alma del que no ha tenido hijos está condenada a entrar en el cuerpo de un ser que no tiene la naturaleza del varón ni de la mujer, lo que es execrable a los ojos del Sol. Por éso, Asclepio, guárdate de congratular al hombres sin hijos, más bien ténle piedad sabiendo el castigo que le espera.

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